Benditos sean aquellos que no temen la soledad. Que no se asustan con la propia compañía,que no se desesperan en busca de algo con lo que ocuparse y divertirse o a lo que juzgar.
Porque el que nunca esta solo ya no se conoce a si mismo.
Y el que no se conoce a sí mismo pasa a temer al vacío.
Se les olvida o deben recordar,o sobre todo tienen que aceptar: que en los momentos más importantes de la vida siempre estaremos solos.
Como el bebé al salir del vientre de la mujer: no importa cuántas personas esten a su alrededor,es suya la desición final de vivir.
Igual que nos encontraremos un día ante la muerte,la Dama de la Guadaña: estaremos solos en el más importante y temido momento de nuestra existencia.
Así como el amor es la condición divina,la soledad es la condición humana. Y ambos conviven sin conflictos para aquellos que entienden el milagro de la vida.
La persona que necesita constantemente atención o no puede ni estar solo/a ni cinco minutos,es una persona vacía,por eso necesita llenarse constantemente de cosas materiales o de personas o peor aún comparando su vida con la de los demás. Mi consejo para esas personas es que se quieran a ellos/as mismos y a su vida.
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